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La participación de la mujer en los espacios religiosos y espirituales para la construcción de paz

  • Grupo de apoyo de mujeres GAM
  • 22 jul
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 8 ago

Estefanía Navarro*


Felices las mujeres que luchan por la igualdad, porque engendran una nueva manera de vivir.

Felices las rescatadoras de la libertad, porque con su vida conquistan la justicia.

Felices las que descubren en su trabajo político, una dimensión renovada del amor.

Felices las que se convierten ellas mismas en evangelio, porque hacen creíble que el Dios padre/madre vive en medio de su pueblo.

Bienaventuradas mujeres fuertes, generosas, que, en búsqueda conjunta y solidaria con los varones, testimonian que es posible ser iguales en la diferencia.

Bienaventuradas mujeres cariñosas, emprendedoras, que proclaman y construyen un mundo más humano.

Bienaventuradas mujeres tiernas, diligentes, que con su esfuerzo y trabajo realizan la transformación.

Alégrense cuando anticipando la utopía de la liberación, cultivan, cosechan y reparten el pan de la fraternidad y la solidaridad.

Rosa Ma. Zuñiga. Mujeres en la biblia. Transgresión, resistencia y esperanza.


Mi nombre es Estefanía Navarro, soy una mujer, feminista y militante católica. Quisiera compartirles mi experiencia de cómo llegué al tema de la construcción de paz en la Iglesia católica. En 2007 conocí la espiritualidad ignaciana y ahí empezó mi aventura de cuestionamientos, de aprender y desaprender, de construir una nueva imagen del Dios padre/madre, del Dios del amor. En 2015 experimenté un llamado de dejar todo y buscar mi sentido de vida; en ese momento no lo llamé Dios, pero recuerdo estar en la sierra tarahumara en misa, escuchando Alma Misionera, cuando me di cuenta de la invitación del Dios de Jesús a servir, a acompañar desde lo más pequeño. Esa fue una experiencia fundante que me llevó a crear mi principio y fundamento.


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"Gracias señor por haber inquietado mi corazón, por invitarme a acompañar, esperando confiadamente y enseñarme a amar con y en libertad… (cuando empiezo a dudar de lo que hago, recuerdo siempre mi principio y fundamento)".


Me gusta contar esta historia porque puedo voltear hacia atrás y ver mi camino, ver mi proceso, mi evolución… durante este proceso, como mujer ha sido un gran reto desde mi familia y como laica ha sido ir tocando puertas. Ahora, como laica y mujer sigue siendo complejo, pareciera que siempre tengo que estar luchando por ganar un lugar, por demostrar que puedo, que no importa mi edad, que puedo tener experiencia y saberes, pero veo mi camino y solo puedo decir: todo es proceso, todo es evolución, nada se detiene y creo que así es también la construcción de paz y la incorporación de la mujer en la iglesia, desde los actos simples, desde lo pequeño, desde cómo trato o cómo hago sentir al prójimo. Es así como vamos generando eco en otros y otras, ganando lugar, hasta poder ver a una mujer en la Secretaría General del Sínodo de Obispos y, aunque pareciera que es solo una gota en todo el océano, ese océano no sería el mismo sin esa gota.


Algunos de los pequeños pasitos que se han dado para nosotras dentro de la iglesia en temas de visibilizar nuestro papel como personas y no como instrumentos, en dignidad humana y derechos de las mujeres, no solo son un avance para nosotras, sino para todos y todas los que formamos parte de esta iglesia, pues nuestra participación ahora es más activa. Ahora nos vemos aliados y podemos trabajar juntos, como diría Lilla Watson: "Si has venido aquí para ayudarme, estás perdiendo el tiempo, pero si has venido porque tu liberación está ligada a la mía, entonces permítenos trabajar juntos". Esto nos invita a ser una iglesia sinodal, a relacionarnos con respeto, con cariño, desde los dones que cada una y cada uno tiene y no desde el poder, no desde el sentir que "Yo vengo a ayudarte, a salvarte", sino a confiar en la capacidad de cada persona. Ya dice el papa que una de las raíces de la violencia es el abuso de poder; entonces, mientras tengamos estructuras jerárquicas de unos sobre los otros, de inequidad, no podemos hablar de paz. Como diría un jefe indígena: “Nosotros pensamos que la tribu es como un águila. Un ala es masculina y la otra es femenina. Y solo cuando las dos alas son iguales, la tribu es capaz de volar”.


Algunos de los retos que identifico que tenemos como mujeres constructoras de paz son los siguientes y me gustaría presentarlos a través de algunas mujeres de la Biblia y del libro de Rocío Morfín De hechiceras a profetas.


Hay que reconocer que quizá el origen de nuestra herida como mujeres viene de la historia de Sara: La sonrisa que integra. Viene de sentirnos excluidas, enfadadas y en silencio, de la barrera social que se interpone entre hombres y mujeres, de la cultura machista que causa dolores a las mujeres, niñas y niños. Se manifiesta en los largos periodos de enojo callado por creer en un Dios solo imagen de hombre varón.


Cito también a Ruth enseñándonos de la lealtad aún en el exilio, que nos dice que nuestro presente es tiempo de tomar en nuestras manos nuestras iniciativas, proponer y arriesgarnos a salir de los lugares que creemos seguros, pero donde no nos sentimos bendecidas. Nos dice que cada uno de nuestros caminos puede ser sustento para y de otras mujeres.


El futuro de las mujeres lo cito mediante Isabel, la mujer que bendice a otra mujer. Isabel nos invita a reconocer y admirar la belleza de las mujeres que nos han antecedido, reconocer y agradecer por el camino que han hecho para nosotras, disfrutar de las mujeres que hoy nos rodean, gozar de la libertad que tenemos y la promesa de que también tendrán las que vienen después de mí.


En el trabajo que actualmente realizo, aliados de la iglesia van de la mano del voluntariado femenino; esta ala es poderosa, acompañadas de laicas y religiosas comprometidas, mujeres valientes, de lucha, aguerridas que han y siguen levantando la voz.


  • El proyecto IREHNA (Impulsando una Red de Hermanas Católicas) ha sido un proceso enriquecedor, de sanación personal, trabajando las propias violencias, recordando que son mujeres. El trabajo que ellas realizan desde sus trincheras, desde sus carismas, desde su misión, me hace sentir esperanza, me hace creer que las mujeres cuando trabajamos juntas logramos grandes cambios. Quiero nombrarlas porque sin ellas no podríamos llegar adonde estamos llegando: Acapulco, Altamirano, Michoacán, Monterrey, Saltillo, Chihuahua, Guanajuato, Veracruz, Guadalajara, Nayarit, Veracruz, Colima, Cd. Mx, Chiapas, Oaxaca, Tabasco. Todo esto lo hacemos con mujeres poderosas de diferentes congregaciones: María Dolorosa, Filipenses, Buen Pastor, Salesianas, Guadalupanas.


  • El trabajo con las diócesis ha sido un tanto complejo porque seguimos dependiendo de las estructuras, de los subordinados, de las relaciones de poder, pero siempre hay que recordar que se trata de procesos y que los niveles de conciencia van siendo diferentes.


La iglesia poco a poco sigue reconociendo esa gran deuda hacia la mujer, la falta de visibilidad, la visibilidad que nos han negado. Seguimos construyendo esta iglesia de encuentro, que sale de sus estructuras, que poco a poco empieza a salir, a no quedare solo en lo litúrgico y sacramental.


Para ir cerrando quiero traer la voz de una amiga querida, religiosa de las Hermanas Pobres Siervas del Sagrado Corazón: “Como una mujer consagrada, mi labor es importante, aunque no es sencilla; como institución, la iglesia es un tanto hermética y resistente a compartir la misión con las mujeres. Aún en este tiempo existen tareas a las que las mujeres no podemos acceder, sobre todo en espacios de decisión, de dirección. Existen normas que nos hacen depender en muchos momentos de las decisiones y visiones de los hombres que dirigen la iglesia. Esto nos hace en ocasiones tener que adaptar nuestro ser y hacer a la visión de ellos. Existe un fenómeno que viene de siglos atrás. Tradicionalmente, han sido los varones quienes han dirigido, orientado y guiado a la iglesia, de manera, que muchas veces es tan difícil ir en contra de eso, que mismas mujeres y gran parte de católicos defienden esta tradición, acusando a quienes quieren opinar algo distinto de ser contrarias a lo que Dios quiere. Pero a pesar de esta realidad, creo que el papel de la mujer en la iglesia es fecundo. No es fácil ir en contra de toda una institución, así que nos hemos hecho hábiles para vivir y lograr aquello que tenemos entre manos. Y es así como he conocido mujeres que dejando a un lado toda esta situación estructural o a pesar de ella, están al lado de los enfermos, de los niños, de los migrantes, de los pobres. Mujeres levantando la voz para liberar de cargas pesadas a personas que lo necesitan, mujeres siendo hogar y cariño para niños abandonados. No pierdo la esperanza de que algún día, la iglesia sea una comunidad y no una pirámide, donde Jesús sea el centro y su mensaje sea más grande que la estructura y la tradición”.


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*Estefanía Navarro es técnica asociada de la Plataforma de Paz, Cohesión Social y Justicia de Catholic Relief Services, Oficina de México. Mujer GAM; es licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana de León, Guanajuato. Su trayectoria profesional se caracteriza por un profundo compromiso con la justicia social y la promoción de la paz, valores que ha impulsado a través de su colaboración en diversos proyectos de la Compañía de Jesús.

El presente artículo está basado en una presentación realizada para la Secretaría de Gobernación de México (SEGOB).


 
 
 

2 comentarios


Bety Spin
Bety Spin
29 jul

Que gran labor realizas Fany. Muchas felicidades, eres una gran mujer.

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Naela selene Acuña abadia
Naela selene Acuña abadia
28 jul

QUE VENGAN MUCHOS MOMENTOS COMO ESTE QUERIDA FANY CELEBRO CONTIGO ESTE MOMENTO FELIZ 🥳🥳🥳

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